San Valentín y el Matrimonio

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El Día de los enamorados. Corrían los primeros años de la Era Cristiana. Pese a que Roma era un imperio en declive, su capital -de nada menos que un millón de habitantes y con edificios de varios pisos-seguía siendo un activo centro comercial en el que, entre otras cosas, abundaban las festividades paganas a lo largo del año. Los cristianos solían integrarse a estas festividades relacionadas con los ciclos lunares y solares del año, no sólo para pasar inadvertidos –las persecuciones y masacres eran cada vez más frecuentes- sino porque se sentían verdaderamente atraídos por dichas fiestas coloridas en las que los placeres de la carne se mezclaban con las invocaciones místicas.

Entre las festividades más atractivas estaban las Saturnalias, a lo largo de la cual el pueblo pedía el retorno de la luz en el momento más oscuro del invierno. Esta celebración –que siglos más arde se mezclaría con la del nacimiento de El Cristo- empezaba el 25 de diciembre y terminaba el 2 de febrero. Tras 40 días de fiesta se cerraba el ciclo con la celebración de la Candelaria, esto es,
«la fiesta del fuego», pues «como el sol por sus rayos, el fuego por sus llamas simboliza la acción fecundante, purificadora e iluminadora». La Candelaria se ubicaba justo entre la noche más larga del año del solsticio de invierno (21 de diciembre) y el equinoccio de primavera (21 de marzo), en que la noche era tan larga como el día y ya se empezaba a vivir el gozo del retorno del sol. Por eso la Candelaria era «la explosión de la nueva energía creadora» en que cuerpo y espíritu, al juntarse en una sola eclosión, resultaban purificados.

Tras una breve pausa, el 15 de febrero empezaban otras fiestas –o sería más justo decir otra etapa de la misma fiesta- en honor de Pan, dios de la potencia generadora de la naturaleza, símbolo del hambre sexual irreprimible e insaciable, así como de la dimensión instintiva de los seres humanos. A Pan se lo conoce también como Lupercus, de ahí el nombre de estas famosas
celebraciones: las Lupercales que, al parecer, eran la reelaboración de una fiesta más antigua aun.

Según la tradición Pan violaba en los bosques a quienes osaban atravesarlos, sin ningún reparo en la jerarquía, edad o sexo: de ahí proviene la palabra «pánico» pues eso era lo que provocaba. Se lo representaba como un ser mitad humano y mitad cabra y de esta representación –más el tridente de Neptuno- se derivó luego la imagen cristiana del diablo. En la mitología indígena de los andes se teme a un ser de características algo similares, que con un miembro descomunal viola a las mujeres que cruzan los páramos.

Como se supondrá, los rituales estaban llenos de furor sexual, que presagiaba la relativa cercanía
de la primavera, en donde todo era fecundación y floración, pero no hay que perder de vista
que el carácter de esta celebración también era sagrado: febrero viene del latín februarius,
y este a su vez de februus, es decir «purificatorio» Las Lupercales eran por tanto –al igual que la Candelaria- fiestas de purificación. Para el efecto, los sacerdotes se cubrían con pieles de cabras y con el pelo de las mismas se confeccionaban sendos «látigos» con los que dos niños –imitando a Rómulo y Remo- azotaban a las personas que encontraban a lo largo del Palatino a fin de «impregnarlas» de la potencia fecundadora de las cabras y, al mismo tiempo, purificar sus cuerpos para que pudieran concebir hijos sanos y fuertes.

Uno de los ritos más esperados consistía en introducir en una caja ciertas prendas con el nombre de las adolescentes y hacer que a su turno los muchachos metieran la mano en el cajón y sacaran la prenda de la que, de ahí en adelante sería su compañera de diversión a lo largo del año.
Lupercus era pues el propiciador de la unión sexual y del ardor inagotable que, traducido a los signos siempre más pobres de nuestra época, vendría a ser «el patrón de los enamorados».

Las celebraciones alegres y desenfrenadas -en las que la risa estentórea era la norma- eran vividas con gran intensidad por paganos y cristianos por igual hasta que con el pasar de los años, los Padres de la Iglesia empezaron a poner reparos a que los jóvenes convertidos continuaran participando en ellas. La cuerda se rompió en el año 270 DC cuando el emperador romano Claudio II ordenó mediante un edicto que el matrimonio quedaba prohibido a partir de esa fecha.
La noticia causó conmoción y rechazo, pero el emperador tenía sus «razones»: los casados, en especial los recién casados, se negaban a ir a la guerra, en tanto el imperio en decadencia necesitaba soldados para defender sus cada vez más débiles fronteras.

Fue entonces cuando el obispo Valentín tomó el toro por los cuernos y decidió oponerse. Su forma de resistencia era casar de manera clandestina a cuantos quisieran contraer matrimonio. La «insurrección» de Valentín pronto fue descubierta y, ante la imposibilidad de reducirlo a la obediencia, el emperador ordenó que lo apalearan, apedrearan y finalmente decapitaran, a fin de que el castigo fuera lo suficientemente aleccionador para todos los que planeaban casarse en secreto.

El mártir cristiano tuvo que esperar un poco más de 200 años antes de que el Papa Gelasio lo proclamara «Patrón de los Enamorados», para, de alguna manera, contrarrestar la fascinación que tenían las lupercales entre los adolescentes cristianos. Para no romper del todo con el rito original, ordenó que las muchachas y muchachos introdujeran la mano en una caja a fin de sacar el nombre de alguien, solo que ese «alguien» debía ser un santo o santa cuyas virtudes debía imitar a lo largo del año.

Fue así como con el paso de los años se cristianizó la festividad en honor del dios Pan, pero no por mucho tiempo: en el siglo XVIII apareció Cupido -gracioso pero implacable personaje de la mitología pagana- en las tarjetas que se intercambiaban los enamorados europeos y en el siglo XIX, el dios dinero.

Que mejor que el día de San Valentín para pedir matrimonio, son 24 horas que tienes para sacar todas tus ideas a la luz para ver de que manera puedes proponer matrimonio a tu pareja.

El gran festejo anual trae muchas veces aparejado nuevas alianzas y grandes reconciliaciones.

Puedes aprovechar ese día para festejar tu boda o porque no pedir matrimonio a tu amada.


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